¡elige bien!
Restobar ondero y producido ideal para ver y ser visto
Cuando cruzas el umbral del restobar Bocacielo y miras hacia arriba comprendes rápidamente el por qué del nombre de este lugar que se encuentra en la azotea de un edificio en Vitacura y que, por estos días, es una de las novedades de Santiago. Sus vidrios en el techo no guardan secretos. Algo similar pasa cuando miras a los costados, pues acá no hay paredes, sino vidrios que dejan ver la inmensidad de la capital, aunque los afortunados que están sentados en los bordes pueden disfrutar plenamente de la vista de la ciudad.
En el interior predomina un aura industrial y mucho verde, además de una barra imponente, desde donde salen cócteles clásicos y de la casa, pues Bocacielo cuenta con una nutrida carta de creaciones propias.
Como es hoy uno de los sitios de moda, estaba lleno con personas de todas las edades. Por ende, la espera fue larga. La atención fue la mayor parte del tiempo muy cordial y dispuesta a compensar la demora. Si bien, durante el día tiene opciones de almuerzo, se nota que su fuerte es la noche y que se trata de un lugar para ver y ser visto, mientras se tiene al frente preparaciones que se preocupan de su apariencia, ya sea tanto en la copa como en el plato.
Aunque aún hay algunos detalles que afinar, hay buenas recetas tanto en los fondos como en los postres, destacando la Esfera Destemplada, de chocolate blanco, rellena de texturas de chocolate y terminadas con un ganache de chocolate 83% cacao; y el Coco Malibú, un semi frío de coco apanado en escamas de coco tostado, con crema de betarraga y frambuesa, terminado con chutney de piña y Malibú.
Bocacielo cuenta con música en vivo, por lo que a ratos puede ser algo bullicioso, dificultando un poco la conversación, detalle que puede quedar en el olvido cuando los más entusiastas salen a bailar en el espacio que queda entre el pequeño escenario y la barra. Además, este restobar cuenta con una terraza algo más relajada y exenta de mesas donde se puede fumar, algo necesario considerando que este local se encuentra en las alturas, muy cerca del cielo.
TXT: Loreto Oda M. / Junio 2018
Este plato llegó con otra presentación que consistía en una fuente de piedra desde donde salía humo. La idea parecía buena considerando que se trataba de unos ostiones a la parrilla con un toque de salsa teriyaki, terminado con escama y zeste de lima. Sin embargo, el montaje jugó una mala pasada, puesto que los ostiones estaban fuera de temperatura e impregnados de nitrógeno, que es lo que se ocupa para conseguir el efecto. La salsa estaba bien, aunque no había presencia del limón.
¡Uf! Esta receta estaba bien buena, pues el atún llegó muy bien sellado y con una delicada costra de cochayuyo. Además, venía acompañado de unos sabrosos camarones; una muy buena moqueca, es decir, caldo de pescado, vegetales y especias; y una fresca y adictiva ensalada de quínoa de dos colores. ¡Good!
Otra muy buena preparación. Esta plateada de vacuno, cocinada a baja temperatura, estaba suave, intensa y muy sabrosa. El puré rústico venía con algunos trozos y estaba bastante rico. De hecho, para cucharear hasta el cansancio. El mix de hongos quedaba súper bien aunque el perfume de trufa negra no se percibía, pero tampoco se echaba de menos. Atómico.
El cocktail de la casa llega en una copa que marca presencia y con un color cautivador, gracias a la combinación de Gin Tanqueray, puré de arándanos, jugo de limón sutil y jarabe de Ruibarbo, esa planta que se cultiva en la Patagonia chilena. El resultado es una preparación cítrica con un carácter frutal marcado y de leve toques amargos. Fresca y fácil de tomar.
Este es un cocktail de espíritu otoñal, que queda al descubierto por la calidez que aporta el pisco Alto del Carmen 40º añejado, el Drambuie y el membrillo, que aparece tímidamente al final. Todo esto combina bien con sus otros ingredientes: pomelo y bitter angostura. También es atractivo, pues tiene un lindo montaje que consta de una flor comestible, que mejor dejarla de adorno, y canela ahumada, un tanto invasiva al principio.
